diciembre 08, 2007

El hombre más feliz del mundo

EL MÁS FELIZ DEL MUNDO

De: Claudia Ruiz Arriola

De plano nos rompieron los paradigmas! Acostumbrados a creer que la felicidad es una competencia olímpica, para tener más, ser más exitoso, sentir más placer, y tener más cosas, ahora los científicos del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin nos salen con que el hombre mas feliz del planeta, pues es un tipo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño, ni ejecutivo de ninguna de las compañías del Fortune 500, no tiene relaciones sexuales desde hace mas de 30 años, no vive pendiente del celular, ni tiene Blackberry, no va al gym, ni maneja un BMW, no viste Armani, ni Boss, desconoce tanto el Prozac como el Viagra o el Éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola. En suma: el tipo más feliz del planeta es “un pobre diablo” sin dinero, sin éxito profesional, sin vida sexual, y sin popularidad.

Su nombre es Matthieu Ricard, occidental por nacimiento, budista por convicción y es el único, de cientos de voluntarios cuyo cerebro no solo alcanzó la máxima calificación de felicidad prevista por los científicos
(-0.3), si no que hizo saltar al felizómetro por completo (-0.45). Los 256 sensores y las decenas de resonancia magnética, a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el experimento, no mienten: ahí donde los niveles del estrés, coraje y frustración en los meros mortales es muy alto, en la mente de Ricard éstas sensaciones negativas no existen. Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles de satisfacción y plenitud existencial, Ricard se voló la barda, en todas y cada una de las sensaciones positivas, dando, por lo tanto el origen al titulo de “el hombre más feliz del planeta”.

Lo paradójico del caso, NO es que haya un hombre tan feliz, sino que llegó a serlo desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos radica la felicidad: Fe en un Dios salvador, éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones, fama, placeres, relaciones humanas y consumo, consumo y consumo. Y es que Matthieu Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emerito de la academia francesa Jean Francois Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el ateismo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios en genética celular en el Instituto Pasteur, le trajeron la satisfacción deseada. Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una “eminencia científica”, decidió que por ahí no iba la cosa.
Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a leer el tibetano clásico, e inició una nueva vida desde cero. Hoy es la mano derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros, producto de la venta des sus libros a monasterios y obras de caridad. Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad.

La causa, hay que buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Ricard, dijo J. Davidson, y no es ningún misterio ni gracia divina: se llama plasticidad de la mente o, dicho en términos menos fufurufus, es la capacidad humana de modificar físicamente el cerebro por medio de los pensamientos que elegimos en tener. Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y fortalece las neuronas que más utilizamos. A más pensamientos negativos mayor actividad en el cortex derecho del cerebro y en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los demás. O, como quien dice, más infelicidad auto-generada. Por el contrario, quien trabaja por pensar bien de los demás, y ver el lado amable de la vida, ejercita el cortex izquierdo, elevando las emociones placenteras y la felicidad.

Pero nadie se vaya con la finta de tanta “felizología barata” que circula por ahí: Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un día para otro, si no de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos victimas del pasado, de los padres o del entorno y, en paralelo, comenzar a ejercitar los músculos mentales que nos hacen absolutamente responsables de nuestra propia felicidad. (M. Ricard, En defensa del a felicidad, Ed. Urano).

Al final, los resultados del estudio vienen a cimbrar los pilares de nuestra civilización consumista – donde el Prozac se vende y también el Viagra – porque confirman, ahora sí que con pruebas científicas en mano, lo que humanistas y profetas, de todas las épocas, han venido diciendo, sin que los científicos materialistas les dieron ni poquito crédito. A saber: que la felicidad es un asunto del espíritu, que no depende de nada ni de nadie externo a la persona (Buda), que la clave para ser feliz mora en el interior de cada quién (Cristo) y que la felicidad o es un hábito, o es el resultado de varios de ellos (Aristóteles). Y si bien Ricard acepta que su camino no es más que uno de muchos, advierte que ser feliz, necesariamente pasa por dejar de culpar a los demás de nuestra infelicidad y buscar las causas en nuestra propia mente.

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