abril 27, 2008

Más sobre el "Arca de Noé del Siglo XXI"




Visita a la bóveda Global de Semillas

En el gélido archipiélago noruego de Svalbard, a sólo 1,000 km. del Polo Norte, está la Bóveda Global de Semillas, un búnker donde se guardarán más de 2,500 millones de semillas para preservar la biodiversidad vegetal de la Tierra.



El "Arca de Noé de las Semillas" se ha construido en Longyearbyen, un pequeño pueblo minero en la isla de Spitsbergen que pertenece al archipiélago noruego de Svalbard. En sus carreteras se alerta sobre el peligro de los osos polares que campean a sus anchas por todo el territorio. En Longyearbyen viven unas 2,000 personas, la mayoría de las cuales vive de la minería, el turismo o la investigación científica. Cuando se visitó el pueblo, las banderas ondeaban a media asta por la muerte de dos mineros rusos en un accidente.

Los ciudadanos de Longyearbyen se mueven por las carreteras de su gélida isla, en vehículos todoterreno o motos para nieve, las que cuentan con zonas de estacionamiento específicas en las calles del pueblo. El viaje permite disfrutar de unas espectaculares vistas aéreas de las imponentes montañas nevadas que rodean todo el territorio de la isla de Spitsbergen.

La Bóveda Global de Semillas se encuentra en las afueras de Longyearbyen, muy cerca de su aeropuerto. Desde el exterior del edificio se puede disfrutar de una espectacular vista: las impresionantes montañas nevadas y el bellísimo fiordo de Spitsbergen. La entrada de la bóveda tiene un diseño futurista con unos espejos metálicos que reflejan el sol durante el día y brillan en la oscuridad por la noche, concebido por la artista noruega Dyveke Sanne. Junto a la puerta se encuentran los compresores cuya función es enfriar el interior del bunker.

Al entrar en la bóveda, lo primero que se ve es un largo pasadizo de 125 metros que lleva hasta los tres almacenes del búnker. Para construirlo se utilizó una máquina de hacer túneles, la que se trasladó por barco desde la península de Noruega. El interior del pasadizo se reforzó con una estructura circular de acero diseñada para evitar el peligro de cualquier derrumbe debido a la erosión de la montaña en la que se construyó la bóveda. Al final del pasadizo, se encuentra la sala de control donde los técnicos de la bóveda registran en los computadores del centro cada muestra de semillas que va llegando al búnker desde todos los países del mundo. Tienen que clasificar cada muestra, especificando su especie, procedencia y antigüedad. Toda la información se vuelca en una Web, cuyos contenidos puede accesar libremente la comunidad científica.

Las muestras de semillas se introducen en paquetes con tres capas de aluminio que se cierran de forma hermética para garantizar su conservación, en las mejores condiciones posibles. Una vez que se han registrado y sellado herméticamente, las muestras de semillas se introducen en cajas de plástico y se trasladan a una de las tres cámaras de la bóveda. De momento, tras dos meses de funcionamiento, ya ha empezado a llenarse una de las cámaras de la bóveda, la que ya contiene más de 260.000 muestras de semillas sobre sus estanterías.

Crónica de la visita
En el “Arca de Noé del siglo XXI”, hace un frío que taladra los huesos. Al llegar a la futurista puerta del búnker, construido en las entrañas de una montaña helada, la nieve cae sin piedad y sopla un viento gélido. Nos encontramos en el paralelo 78, a tan sólo 1,000 kilómetros del Polo Norte, y el termómetro marca la escalofriante temperatura de 11º centígrados bajo cero. En la carretera que nos ha traído hasta aquí, hay una señal de tráfico que alerta sobre el peligro de los osos polares que campean a sus anchas en todo el territorio de Spitsbergen, la isla noruega donde se ha construido la Bóveda Global de Semillas. De hecho, aproximadamente los 2,000 ciudadanos de este pequeño pueblo minero, junto al que se ha construido este impresionante refugio mundial de semillas, suelen ir armados con un rifle cuando salen de la ciudad para protegerse de los temibles plantígrados.

«Aquí las semillas de todo el planeta van a estar muy seguras», asegura Ole Westengen, el coordinador del proyecto, que nos recibe en la puerta del búnker para guiarnos por su interior. «Incluso en los peores escenarios del calentamiento global, dentro de la bóveda haría suficiente frío como para preservar la biodiversidad de los cultivos durante cientos de años», explica este genetista noruego.

Al entrar en el edificio, impresiona el larguísimo pasadizo de 125 metros que lleva hasta las tres enormes cámaras donde han empezado a guardarse las primeras muestras de semillas. Por el momento, cuando tan sólo han pasado dos meses desde de su inauguración, el 26 de febrero de 2008, la bóveda ya contiene 268,000 muestras procedentes de más de 100 países. Sin embargo, se espera que a lo largo de los próximos años, la bóveda vaya llenando poco a poco sus estanterías metálicas, hasta albergar 4.5 millones de muestras de todo el planeta (en total, más de 2,000 millones de semillas). Una vez que alcance su capacidad total, se convertirá en el almacén de semillas más grande del mundo. «Creo que hemos logrado un muy buen comienzo, aunque todavía tardaremos muchos años en llenar la bóveda», reconoce Westengen.

En la actualidad, ya existen más de 1,000 bancos de semillas por todo el mundo. Sin embargo, muchos de ellos, sobre todo en los países en vías de desarrollo, se encuentran permanentemente amenazados por la escasez de agua, el riesgo de terremotos, inundaciones u otros desastres naturales, el impacto de los conflictos bélicos o simplemente una mala gestión debido a la escasez de recursos. Para afrontar todos estos peligros, a los que también habría que añadir la cada vez mayor amenaza del cambio climático o la hecatombe mundial que podría provocar una guerra nuclear, Noruega, ha construido la Bóveda. «Nuestro objetivo es conservar aquí una copia de seguridad de las semillas de todo el planeta», explica Westengen. «Así, frente a cualquier catástrofe, de origen natural o humano, la biodiversidad de los cultivos estará a salvo. La bóveda representa una estrategia crucial para garantizar el futuro de los cultivos que nos alimentan a todos».

La conservación de las semillas en la bóveda será un servicio gratuito, y los países que envíen sus muestras seguirán siendo siempre sus propietarios. Todos ellos podrán recurrir a las copias de repuesto que se conservarán en el búnker ártico siempre que una de las variedades desaparezca de su medio natural. «Los bancos de semillas actuales son muy vulnerables a potenciales desastres, y la biodiversidad vegetal es una cuestión demasiado importante como para dejarla desprotegida. Por eso hemos construido la Bóveda Global de Semillas», recalca nuestro guía mientras nos adentramos en las tripas del búnker.

Es difícil imaginar un lugar más idóneo que la tierra helada de Svalbard para albergar este banco mundial de semillas. Por una parte, se trata de un lugar remoto, alejado de cualquier conflicto. De hecho, existe un tratado internacional por el cual se considera una zona desmilitarizada. Además, las condiciones de permafrost en la zona, y el hecho de que la roca de la montaña escogida para su ubicación se mantiene fría las 24 horas durante todo el año, convierte a la bóveda en una especie de congelador natural.


Para garantizar la conservación de las semillas en las mejores condiciones posibles, un sistema de refrigeración artificial mantiene las cámaras donde se guardan las muestras a 18 grados bajo cero, la temperatura óptima para preservarlas. Sin embargo, la cantidad de electricidad que se necesita para lograr este objetivo es muy baja, gracias al frío que ya existe de forma natural en el interior de la montaña helada donde se ha construido el búnker. Además, incluso en el caso de que se perdiera el suministro eléctrico por cualquier motivo, el permafrost de la zona preservaría las semillas en buen estado durante décadas. «Las condiciones naturales aquí dentro mantienen la temperatura entre cuatro y seis grados bajo cero, así que incluso sin ningún tipo de refrigeración artificial, las semillas sobrevivirían», asegura Westengen.

Para llegar a las cámaras de la bóveda, hay que atravesar un tubo cilíndrico de acero que se instaló durante su construcción para proteger toda la estructura de posibles derrumbes en la roca. «Ésta es una zona geológicamente muy estable, y se escogió precisamente porque casi no existe riesgo de grietas», explica el coordinador de la bóveda. «Este tubo de acero sirve en todo caso para reforzar el edificio ante cualquier desplazamiento provocado por la erosión», nos asegura mientras atravesamos el inmenso cilindro metálico.

Curiosamente, tan sólo cinco días antes de la inauguración de la bóveda, el 21 de febrero, todo el territorio de Svalbard sintió la sacudida de un fuerte terremoto de 6.2 grados —el más grande en la historia de Noruega—, cuyo epicentro se encontraba a sólo 140 kilómetros de la bóveda. «Inicialmente nos preocupamos un poco, pero de inmediato realizamos un estudio detallado y comprobamos que la bóveda no había sufrido ningún daño», recuerda Westengen. «Todos los expertos nos han asegurado que la bóveda está lejos de cualquier zona de inestabilidad, así que no tenemos motivos para preocuparnos desde este punto de vista».

La excavación del túnel que lleva al corazón de la bóveda no fue, evidentemente, una tarea fácil. Fue necesario transportar una gigantesca máquina perforadora de túneles, desde la península noruega para llevar a cabo la faraónica obra. Sin embargo, a pesar del desafío, la construcción se completó en poco más de año y medio (entre junio de 2006 y febrero de 2008), con un costo de aproximadamente seis millones de euros. «Se aprovecharon sobre todos los meses de primavera y verano, cuando las condiciones no son tan duras, y la obra pudo finalizarse sin demasiadas complicaciones», comenta Westengen.


Antes de llegar a las tres cámaras de la bóveda, nuestro guía nos introduce en el cerebro del búnker: la sala de control donde un equipo de técnicos se encarga de registrar, catalogar y sellar con un código de barras cada muestra que llega al refugio de Svalbard. El día que se visitó la instalación, dos técnicos estaban clasificando varias cajas con muestras que llevaban varias décadas conservadas en una mina abandonada de Spitsbergen, la que se utilizó como banco de semillas. «Estas muestras han sobrevivido sin refrigeración artificial, con el frío natural del permafrost, a unos cuatro grados bajo cero. Eso demuestra claramente que incluso sin ningún tipo de suministro eléctrico, la bóveda de Svalbard podría preservar en buen estado las semillas del planeta», recalca Westengen.

Finalmente, llegamos al corazón de la bóveda: las tres cámaras blindadas en cuyo interior se pretende preservar la biodiversidad vegetal de la Tierra. De momento, sólo se ha llenado el 25% de una de las cámaras, y las otras dos están de momento completamente vacías. Cada una de las muestras contiene unas 500 semillas, que se introducen en bolsas de aluminio cerradas de forma hermética y se guardan en cajas de plástico apiladas sobre estanterías metálicas.

«Aquí ya tenemos guardadas más de 70.000 variedades de arroz provenientes de más de 100 países diferentes, pero esto es sólo el comienzo», dice Westengen. Se espera que en un futuro próximo empiecen a llegar los primeros envíos desde países que aún no las han enviado.


Para Cary Fowler, el director ejecutivo del Fondo Mundial para la Diversidad de los Cultivos que ha impulsado la construcción de la bóveda, lo fundamental es que la comunidad internacional tome conciencia de la importancia del objetivo final que persigue este proyecto: la necesidad urgente de preservar la biodiversidad vegetal de un planeta cada vez más amenazado por el cambio climático.

«No hay alternativa. Si queremos ser capaces de adaptarnos a las condiciones que va a provocar el calentamiento global, como la escasez de agua, vamos a tener que desarrollar nuevos cultivos resistentes, y eso es imposible si no protegemos el tesoro de la biodiversidad», asegura Fowler.


De momento, los primeros pasos para obtener este seguro de vida, a todo riesgo, que garantice el futuro de la humanidad, ya se han dado los primeros pasos en esa montaña polar.

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