mayo 20, 2006
Las dietas vegetarianas y la ecología
Para tomar nota, transcribo el siguiente informe:
Según un nuevo estudio, la comida que consumimos es casi tan importante como en qué tipo de automóviles circulamos, cuando se tienen en cuenta las emisiones de gases de invernadero relacionadas con el calentamiento global.
El estudio ha sido dirigido por Gidon Eshel y Pamela Martin, profesores en Ciencias Geofísicas de la Universidad de Chicago. Tanto la combustión de combustibles fósiles durante la producción de comida, como las emisiones de dióxido no carbónico asociadas con los deshechos producidos por las actividades ganaderas, contribuyen al problema.
En EE.UU., la dieta media (3.774 calorías por día) requiere la producción equivalente a una tonelada y media extra de dióxido de carbono, en la forma del CO2, mismo así como en metano y otros gases de invernadero, comparada con una dieta estrictamente vegetariana, según Eshel y Martin. Retirar de la dieta semanal tan sólo unos pocos huevos o hamburguesas es una manera fácil de reducir las emisiones de gases de invernadero.
"No pretendemos hacer un juicio de valor ni una afirmación categórica", matiza Eshel. "Lo que decimos es que cuanto más cerca esté una persona de una dieta vegetariana, y más lejos de la dieta promedio estadounidense, mayor será el bien que esa persona le hará al planeta.
No se requiere pasar de un extremo a otro y convertirse en un vegetariano radical. Si alguien simplemente pasa de consumir dos hamburguesas a la semana, a sólo una, ya habrá hecho una aportación decisiva al medio ambiente.
En 2002, la energía usada para la producción de comida alcanzó el 17 por ciento de todo el uso de combustible fósil en Estados Unidos. Y la combustión de estos combustibles fósiles emitió tres cuartos de tonelada de dióxido de carbono por persona.
Sólo esto ya alcanza aproximadamente un tercio de las emisiones promedio de gases de invernadero del transporte personal. Pero la crianza de ganado y los desechos animales asociados a esa actividad también emiten gases de invernadero no vinculados a la combustión de combustible fósil, principalmente metano y óxido nitroso. Un ejemplo serían las lagunas de estiércol asociadas a la producción de cerdos a gran escala. Aunque el metano y el óxido nitroso son relativamente raros comparados con el dióxido de carbono, resultan, molécula contra molécula, mucho más potentes como gases de invernadero que el dióxido de carbono. Por ejemplo, un solo kilo de metano ejerce el mismo efecto invernadero que unos 50 kilos de dióxido de carbono.
En su estudio, Eshel y Martin compararon el consumo de energía y las emisiones de gases de invernadero que corresponden a cinco dietas: la media estadounidense, una de carne roja, una de pescado, una de aves de corral, y la vegetariana (incluyendo huevos y productos lácteos), todas ellas en cantidades tales que alcanzasen las 3.774 calorías por día.
La dieta vegetariana resultó, en cuanto a energía, ser la más eficiente, seguida por la de aves de corral y la dieta estadounidense promedio. La de pescado y la de carne roja virtualmente quedaron empatadas como las menos eficientes.
El impacto de producir pescado constituyó la mayor sorpresa del estudio. El caso es que los peces pueden oscilar de un extremo al otro. Las sardinas y anchoas proliferan cerca de las áreas costeras y pueden capturarse con el mínimo gasto de energía. Pero la pesca del pez espada y otras grandes especies depredadoras requirió viajes a gran distancia con el consiguiente consumo intensivo de energía
Información adicional en:
U. Chicago
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