octubre 31, 2006

Ejercicios fáciles para el cerebro


Recibo una interesante y práctica información, misma que trasmito a mis amables lectores, esperando les sea de utilidad.

Es que ya no me acuerdo, pero si que lo sufro.
-¿Cómo se llama esa película en la que sale esa artista que es guapísima?... ¡ Sí, hombre !, la alta, de pelo liso, que salió alguna vez con este actor maravilloso que se llama…., que salió en una obra de teatro muy famosa.
¿Sabes cuál digo, no?.

Y ASÍ COMENZAMOS
A partir de los treinta años, por lo general, empiezas a notar que tienes pequeños olvidos:
¿Cómo se llama este tipo?. Lo conozco muy bien.
¿A qué hora era la cita, a las 5:00 ó 5:30?.
¿Esto cómo me dijeron que funcionaba?.
Mis llaves. ¿dónde las dejé?.
¿Dónde aparqué el coche?.

Pero nada, como cuando exclamamos: -¡Me robaron el coche!, sin darnos cuenta de que salimos por la puerta equivocada del centro comercial
Aunque estos pequeños olvidos no afectan a nuestra vida, nos producen ansiedad.
Con terror, pensamos que el cerebro empieza a convertirse en gelatina y nos preocupa quedar como la tía Anastasia, que recuerda con lujo de detalles todo acerca de su niñez en Teruel, pero no puede acordarse de lo que hizo ayer o esta misma mañana.

Si esto te suena familiar, no te preocupes, hay esperanza. Porque existen muchos mitos en los que las personas equivocadamente relacionamos la edad con la falta de memoria.

Los neurocientíficos han comprobado que: La pérdida de memoria de corto plazo no se debe a la edad o a que las neuronas se mueran y no se regeneren, sino a la reducción del número de conexiones entre sí de las neuronas o dendritas (ramas de las neuronas que, a través de la sinapsis, reciben y procesan la información de otras células nerviosas).

Esto sucede por una sencilla razón: falta de uso. Es muy sencillo, así como se atrofia un músculo sin uso, las dendritas también se atrofian si no se conectan con frecuencia, y la habilidad del cerebro para meter nueva información se reduce.

Es cierto, el ejercicio ayuda mucho a alertar la mente; también hay vitaminas y medicinas que aumentan la transmisión sináptica y fortalecen la memoria.
Sin embargo, nada como hacer que nuestro cerebro fabrique su propio alimento:
Las neurotrofinas.
Son moléculas que producen y secretan las células nerviosas, y actúan como alimento para mantenerse saludables tanto a ellas como a las sinapsis.
Cuanto más activas estén las células del cerebro, más cantidad de neurotrofinas producen y esto genera más conexiones entre las distintas áreas del cerebro.
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Lo que necesitamos es hacer “ejercicios” con nuestras neuronas:
· estirarlas,
· sorprenderlas,
· sacarlas de su rutina,
· presentarles novedades inesperadas y
· divertidas a través de las emociones, del olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído.

¿El resultado?. El cerebro se vuelve más flexible, más ágil, y su capacidad de memoria aumenta.
PROBABLEMENTE PIENSES…
Pero es que yo leo, trabajo, hago ejercicio y mil cosas más durante el día, así que mi mente debe estar muy estimulada. Más la verdad es que la vida de la mayoría de nosotros se lleva a cabo dentro de una serie de rutinas. Piensa en un día o una semana común y corriente: ¿Cuánto de diferente es tu rutina de la mañana, tu ruta hacia el trabajo, la hora en la que comes o regresas a la casa?. ¿El tiempo que pasas en el coche?. ¿El tiempo y los programas que ves en la televisión?.
LAS ACTIVIDADES RUTINARIAS SON INCONSCIENTES
Y hacen que el cerebro funcione en automático, y requieren un mínimo de energía.
Las experiencias pasan por las mismas carreteras neuronales ya formadas.
Osea que no hay producción de neurotrofinas.

SIN EMBARGO SI QUE HAY ALGUNOS EJERCICIOS QUE EXPANDEN SUSTANCIALMENTE LAS DENDRITAS Y LA PRODUCCIÓN DE NEUROTROFINAS:

1. Intenta, por lo menos una vez por semana ducharte con los ojos cerrados. Sólo con el tacto, localiza los grifos, ajusta la temperatura del agua, busca el jabón, el champú o el gel de baño. Verás cómo tus manos notarán texturas que nunca habías percibido.

2. Utiliza la mano NO dominante. Come, escribe, abre la pasta, lávate los dientes, abre el cajón con la mano que más trabajo te cueste usar.

3. Lee en voz alta. Se activan distintos circuitos de los que usas para leer en silencio.

4. Cambia tus rutas, toma diferentes caminos para ir al trabajo o a tu casa.

5. Modifica tu rutina. Haz cosas diferentes. Sal, conoce y habla con personas de diferentes edades, trabajos e ideologías. Experimenta lo inesperado. Usa las escaleras en lugar del ascensor. Sal al campo, camínalo, huélelo.

6. Mejora la ubicación de algunas cosas. Al saber dónde está todo, el cerebro ya construyó un mapa. Cambia, por ejemplo, el lugar del cubo de la basura; verás la cantidad de veces que tirarás el papel al viejo y antiguo lugar.

7. Aprende una habilidad. Cualquier cosa; puede ser fotografía, cocina, yoga, estudia un nuevo idioma. Si te gusta armar rompecabezas o coches, tápate un ojo para que pierdas la percepción de la profundidad, por lo que el cerebro tendrá que confiar en otras vías.

8. Identifica objetos, como monedas. Pon en tu coche una taza con varias monedas diferentes y tenlas a mano, para que mientras estás parado en un semáforo, con los dedos trates de identificar la denominación de cada una.

¿Por qué no abrimos la mente y probamos estos ejercicios tan sencillos, que de acuerdo a los estudios de Neurobiología del Duke University Medical Center, amplían nuestra memoria?. Con suerte, seguramente que ya nunca más nos volveremos a preguntar: ¿Dónde dejé mis llaves?.

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